sábado, 24 de marzo de 2007

PENSAR CON IMÁGENES, PINTAR CON PALABRAS

En el año 600 d. C. San Gregorio escribe: “La escritura es para los que saben leer lo que la pintura es para los que sólo pueden ver”, y los sabios y viejos abades y obispos se dieron cuenta rápidamente de que las doctrinas de la Iglesia podían ser enseñadas a través del ojo y los oídos, al igual que mediante la palabra hablada.

Desde el principio de los tiempos, la pintura y la escritura han estado íntimamente ligadas. Ya en la antigüedad, los egipcios utilizaban un sistema de símbolos, reconocido por todos, que son los Jeroglíficos. Éstos eran la representación de aquellos temas de la vida diaria de los habitantes de Egipto y su única forma de contar historias gráficas era plasmando en las paredes los dibujos que uno tras otro, representaban palabras y frases que son la base de la historia de ese pueblo.

Con el paso del tiempo, y con la invención de la escritura en base a letras, ambas artes, pintura y literatura, tienden a separarse en lo que respecta a lo práctico de su técnica. Si bien, la pintura busca en sus orígenes representar lo existente según la capacidad de cada artista; por su parte la escritura, que estaba ligada a sabios y filósofos, nació como una forma de contar la historia de una manera más masiva y más conservable en el tiempo.

Pero pensar ambas artes como independientes una de la otra, es casi imposible. Cada pintura se puede leer de cierta forma y cada texto es posible concebirlo en la mente con imágenes. En su Lógica, Aristóteles dijo que “las palabras habladas son los símbolos de
la experiencia mental y las palabras escritas son los símbolos de las palabras habladas”. Según Tai Tung, “los chinos definían la escritura como el habla pintada”. Algo semejante dice Voltaire: “La escritura es la pintura de la voz; cuanto más se le parece, mejor es”.

El reconocido pintor bogotano, Luis Caballero, define dos tipos de pintores: “Por un lado están quienes quieren decir algo y utilizan la pintura como lenguaje, y por otro los que pintan inconscientemente. Existen muy pocos casos de pintores que hayan empezado así; es un poco el caso de los surrealistas, que son intelectuales que quieren decir algo y emplean el lenguaje de la pintura como hubieran podido utilizar el de la literatura, el de la música o el del cine, es decir, gente con una idea en la cabeza, y que utiliza el lenguaje que tiene al lado para expresarla”

Asimismo, la filósofa española y teórica del arte, Charo Crego señala que “en el siglo XX, las vanguardias, incidieron en la necesidad de romper las fronteras que separan las artes (pintura, escultura, arquitectura, música o literatura) o los distintos medios y disciplinas, y en abordar el mundo desde una multiplicidad de puntos de vista”. Entonces la tendencia de la pintura hacia la escritura se vuelve evidente, en la mayoría de las obras gráficas, nos da la impresión de que son textos legibles. Cuando uno mira pinturas, es casi instintivo, tratar de comenzar a leerlas. “Pero, -continúa Crego- lo curioso es que, también en el siglo xx, la escritura se encamina a su vez hacia la pintura, como se puede apreciar en la atención que se empieza a prestar en aquellos momentos a la tipografía y a la disposición de la página”.

En resumen, es evidente que existe una relación intrínseca entre ambas artes, aunque esta se ha ido modificando con el paso de los años. Han ido ligadas en el tiempo, como parte fundamental del desarrollo del hombre, denotando cada época, cada período de la vida de éste. Pintura y escritura como características de un ser humano que piensa, siente, vive, hace historia y sueña.

SILUETAS



Selección de fotos, trabajo de fotografías de siluetas.

martes, 13 de marzo de 2007

EL INSTANTE EN LA ANTIGUA GRECIA

… y Parrasio le gritó:
- ¡Tus gemidos todavía no son los de un hombre perseguido por la ira de Júpiter!
El viejo empezó a morir. Con voz débil, el viejo de Olinto le dice al pintor de Atenas:
- Parrasio, me muero.
- Quédate así
Toda pintura es ese instante.” [1]

Por definición, el instante es una brevísima porción de tiempo; un hecho aislado de su pasado y su presente, que ocurre de un momento a otro. Pero en la antigua Grecia, el instante que intentaba capturar principalmente la pintura, así también como la escultura, guardaba una estrecha relación con la historia de la cual, ese momento era extraído.

Como explica el psicoanalista argentino, Daniel Ripesi, en uno de sus Ensayos sobre Movimiento,…“En la pintura Griega, el instante no es una ruptura del tiempo, tampoco un eslabón más en el curso de una narración. Es la captura de ese momento casi inasible de lo que podríamos llamar lo inminente”… Arístipo, filósofo discípulo de Sócrates, postulaba su teoría de que “el tiempo está constituido por instantes, cada uno distinto del otro, y tampoco el hombre es siempre el mismo hombre en el curso de la vida. Vivir, pues, quiere decir atrapar el instante justo, con la justa disposición de espíritu”, lo que nos da un indicio de que éste pensamiento traspasaba las barreras del arte y se convertía en una filosofía de vida del pueblo griego.

Los asuntos representados en las pinturas de esta civilización, a juzgar por lo observado en vasijas y murales, fueron escenas de la vida humana y tradiciones, leyendas mitológicas y heroicas. Al pintar los instantes precisos de los hechos representados, éstos condensan su antes y después, pero sin develarlos del todo. En las obras de la época es posible conocer el movimiento de algo que ya comenzó y se dirige a un fin inevitable.

Por otra parte, al pintar el instante preciso en que ocurría un hecho importante, los artistas griegos se esmeraban en lograr reproducir de manera fidedigna las expresiones, las miradas, las actitudes y sentimientos de los actores y protagonistas de las obras. Un ejemplo de esto, es la narración citada al comienzo, donde uno de los más grandes pintores griegos, Parrasio, tortura a un esclavo con el fin de obtener la más realista expresión de dolor y desfallecimiento, para pintar su obra Prometeo y capturar ese instante único que le otorgaría un realismo extraordinario a la obra.

Sin embargo, esta tendencia de la pintura Griega, que tiene su resonancia a lo largo de los tiempos y periodos artísticos que le siguen, ha ido variando. Según la Historiadora de Arte, Ana Silva Figueroa-Duarte, con el resurgimiento de la pintura narrativa en el siglo XVIII, existió una gran polémica de cómo los pintores debían elegir el instante apropiado para una obra. La pintura podría mostrar momentos que incluyeran “lo que acababa de pasar e implicaba que algo estaba apunto de suceder”. Estas pinturas, no serían realmente instantes sino momentos puentes dentro de una narrativa.

A su vez, E.H. Gombrich señala que “esta cuestión del momento o punto temporal es falso, porque no hay instante en la percepción. Cada momento es informado por el anterior y anticipa al que sigue”. Recientemente una investigación ha apoyado el reclamo de Gombrich, demostrando que nuestras retinas están “mirando hacia delante”, anticipando lo que verán en seguida, entonces nunca veremos un solo momento en el tiempo.

De cualquier manera, y sea cual sea la forma en que percibimos, es inevitable reconocer el valor que tiene esta cultura y en particular, las obras pictóricas griegas. Pese a su antigüedad, genera campos de estudio que tienen una vigencia notoria. Sus “instantes” o escenas representadas, proporcionan a quien las aprecia una fiel idea de la historia de esta civilización, dejando también a la imaginación del espectador, el desarrollo de su fantástica narrativa.


[1] QUIGNARD, Pascal. “El sexo y el espanto”. Capítulo 35.