La "cercana" relación entre Speer y Hitler
Albert Speer fue un arquitecto y político alemán, uno de las más destacadas figuras de
En 1934, eligieron a Speer como arquitecto jefe del Partido Nazi. En ese entonces, Hitler, un artista frustrado y gran amante de la arquitectura, necesitaba, como le comentó años más tarde a Speer, "un arquitecto al que algún día pudiera confiar mis planes constructivos. Tenía que ser joven, pues, como usted sabe, son planes a muy largo plazo. Necesitaba a un hombre que incluso después de mi muerte pudiera seguir trabajando con la autoridad que yo le hubiera otorgado." Hitler quería devolverle la grandeza a Alemania y para esto deseaba edificios que perduraran mil años, como creía que iba a durar el Tercer Reich. Speer era la persona adecuada para tal empresa.
Tras sus agotadoras jornadas de trabajo, el mayor placer de Hitler, era reunirse con su arquitecto para repasar las maquetas de los nuevos edificios, estudiar juntos detalles, planear futuras construcciones
La estrecha relación de Speer con Hitler ha llevado a algunos biógrafos a plantear un cierto grado de homosexualidad encubierta de Hitler. Psicoanalistas que estudiaron esta relación han planteado que entre ambos se estableció una relación homo-erótica, en que Hitler se veía representado en las cualidades personales de Speer y viceversa. Es muy probable que Hitler viera reflejado en Speer al artista frustrado de juventud que vivía en él.
La verdad es que Hitler le tenía especiales consideraciones que no tenía otro cercano a él, las opiniones de Speer era siempre para Hitler de su más alta consideración y Speer era siempre el elemento principal en su círculo de confianza. La relación de Speer en el vínculo con Hitler llegó al extremo de negarse a ejecutar, la orden de "tierra quemada", emanada de este. Cualquier otro que hubiera actuado así, sin duda habría sido fusilado.
En Abril de 1945, cuando Speer visita a Hitler en su bunker, luego de conversar 1 hora, le realizó algunas confesiones de desacato y manifestó que se iba de Berlín. Hitler fríamente le dejó marchar con las palabras: «¿Así que se marcha?... bien... [...] ¡Adiós!». De este modo, con una frialdad que no reflejaba el tipo de relación mantenida, terminó la relación entre Hitler y Speer.